No es la primera vez que me ocurre, pero ¡esta vez tengo blog!.
Se nos plantea salir a cenar con la familia, dos parejas y los respectivos pares de niños, total, mesa para ocho.
Nos acercamos a un restaurante cerquita de casa, muy cuco, pequeñito y nada barato, todavía no habíamos tenido ocasión de ir así que... un día es un día. Es pronto, el restaurante esta bastante vacío, me dirijo al muchacho que me atiende; -Mesa para ocho, por favor. El camarero acepta la propuesta y se mete para dentro dispuesto a prepararnos un rinconcito. Reunión en la cumbre, aparecen un par de camareros más y empiezan a echarnos discretas ¿? miradas, cuchicheos, vuelvo a mirar, el muchacho sale para afuera y dice; -¿cuántos niños?, -cuatro, espeto. Vuelta para dentro, vuelta las miradas.
Me dirijo amablemente al camarero y le digo; -Déjelo, hemos pensado que no vamos a cenar aquí.
Quitando el error de que de los cuatro niños, tres cenaron (y vaya si cenaron, ¡qué manera de tragar!) y que un plato de la carta cuesta lo mismo se destine a un adulto que a un niño, esa noche nuestros amigos de La taberna del Rey Chico perdieron una cena que 150 metros más allá, en el Restaurante Casablanca, ofrecieron sin ningún problema, dedicando cariñosos comentarios a nuestros hijos, sirviendo gustosos fantas y helados a gogó, y llevándose, todo sea dicho, una bonita propina (engordada, he de confesarlo, por el gran contraste entre uno y otro recibimiento).
En el otro extremo, una recién inaugurada cervecería de la franquicia Cruz Blanca, aquí en Valencia, nos ha informado que en breve abrirán una sala de juegos donde puedan estar los niños mientras sus padres toman el café con un poco de tranquilidad... ¡Eso es visión de futuro!
Se nos plantea salir a cenar con la familia, dos parejas y los respectivos pares de niños, total, mesa para ocho.
Nos acercamos a un restaurante cerquita de casa, muy cuco, pequeñito y nada barato, todavía no habíamos tenido ocasión de ir así que... un día es un día. Es pronto, el restaurante esta bastante vacío, me dirijo al muchacho que me atiende; -Mesa para ocho, por favor. El camarero acepta la propuesta y se mete para dentro dispuesto a prepararnos un rinconcito. Reunión en la cumbre, aparecen un par de camareros más y empiezan a echarnos discretas ¿? miradas, cuchicheos, vuelvo a mirar, el muchacho sale para afuera y dice; -¿cuántos niños?, -cuatro, espeto. Vuelta para dentro, vuelta las miradas.
Me dirijo amablemente al camarero y le digo; -Déjelo, hemos pensado que no vamos a cenar aquí.
Quitando el error de que de los cuatro niños, tres cenaron (y vaya si cenaron, ¡qué manera de tragar!) y que un plato de la carta cuesta lo mismo se destine a un adulto que a un niño, esa noche nuestros amigos de La taberna del Rey Chico perdieron una cena que 150 metros más allá, en el Restaurante Casablanca, ofrecieron sin ningún problema, dedicando cariñosos comentarios a nuestros hijos, sirviendo gustosos fantas y helados a gogó, y llevándose, todo sea dicho, una bonita propina (engordada, he de confesarlo, por el gran contraste entre uno y otro recibimiento).
En el otro extremo, una recién inaugurada cervecería de la franquicia Cruz Blanca, aquí en Valencia, nos ha informado que en breve abrirán una sala de juegos donde puedan estar los niños mientras sus padres toman el café con un poco de tranquilidad... ¡Eso es visión de futuro!
No hay comentarios:
Publicar un comentario