Inevitablemente tuve que preguntarle... ¿y tú como sabes eso?, a lo que contestó... ¡Me lo explicó el yayo!
No tuve por menos que sonreír. Ya comenté en este blog que mi padre (para más señas, yayo de mi hijo), me llevó al supermercado a comprar un fuet para que viera como un rayo láser leía aquel extraño código de barras que empezaba a proliferar en todos los productos. En aquel post prometí contar otra historia, y es hora de pagar mis deudas...
Años antes, en una lluviosa tarde, yo seguía sin entender los pulsadores de los pasos de cebra; yo mantenía que los semáforos siempre se ponían en verde, pero mi padre me decía que si no pulsabas no interrumpiría el tráfico de vehículos... ni corto ni perezoso paró el coche en el arcén y nos mantuvimos atentos un buen rato... no se ponía en rojo... entonces bajó del coche y volvió empapado después de haber pulsado el botón ¡Eureka! a los pocos segundos el semáforo cambiaba de color...
Mi padre siempre fomentó mi curiosidad, y en la medida en que sus conocimientos se lo permitían, siempre la satisfizo aplicando eso tan de moda hoy en día del learning by doing... ahora ayuda a mi hijo con sus dudas y a mí me llena de orgullo recordar esas pequeñas historias en este blog...
Recuerdo cuando estrenamos el SEAT Ronda, resulta que una tarde... (pero eso es otra historia, y será otro post)
2 comentarios:
Me gusta esta línea de post... me hacen reir...
Sí, hacen reír bastante más que la línea de los tontolemnes, que me pone de bastante mala leche...
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