09 abril 2007
¡Qué pena tanta prisa!
Me gustan los músicos callejeros, me gusta escucharlos y a veces me gusta fotografiarlos. Esta es una instantánea de un viaje a Granada, en la semana santa de hace unos años, que creo que recoge el espíritu de estos modernos nómadas de las ciudades.
Es cierto que hay mucha morralla entre estos artistas, pero de vez en cuando te sorprende un tipo con un acordeón, uno con una guitarra, un violín... suelen llevar una partitura (es buena señal), pero no es estrictamente necesario. Si tengo tiempo y la pieza me gusta, suelo pararme unos minutos a escuchar y echar unas monedas.
La última vez que ocurrió, un par de tipos, con un violín y una flauta travesera, tocaban la primavera de Vivaldi. Fue muy bonito.
Hoy he leído una historia protagonizada por Joshua Bell, parece ser que uno de los mejores violinistas del mundo, compinchado con The Washington Post, se camufla en una estación de metro con un carísimo Stradivarius y se marca un concierto de 43 minutos a base de piezas de Bach y Schubert.
Contra todo pronóstico (se preveía que se formaría un corro a su alrededor y que la gente apreciaría lo bueno), 1070 personas ignoran absolutamente la belleza plantada delante de sus narices, 7 se detienen algo más de un minuto y 24 echan unas monedillas de pasada. Sólo una mujer (y yo diría que es lo más sorprendente) lo reconoce, también sorprendida.
Pienso que es una pena tener tanta prisa, ¿prisa para qué?, ¿cuántas cosas dejamos pasar intentando disfrutarla?. Es una pena... ¿y si aquellos dos que tocaban Vivaldi fueran grandes maestros?... sinceramente, da igual, grandes maestros o no, aquellas notas fueron muy bonitas, y me alegro de haberme parado siquiera unos minutos...
Visto en: Fogonazos y en Escolar.net
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